Nuestros eurolíderes se han pasado la noche del 26 al 27 de Octubre decidiendo cómo curar a la Eurozona de sus males, que no son pocos. Aprovecho esta excusa para retomar mi serie de posts acerca de la crisis de la deuda. En el de hoy explicaré las decisiones que se han tomado y haré una valoración personal de las mismas. Para ello voy a recurrir, una vez más, a la simulación de un diálogo con un lector imaginario.
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jueves, 27 de octubre de 2011
domingo, 23 de octubre de 2011
El funcionario-arbitrista (II): más ideas para la esperanza
Hace unos días publiqué un post que inauguró mi participación en el concurso de ideas convocado informalmente por la Presidenta de la Comunidad de Madrid, al anunciar en rueda de prensa su intención "... de enviar una carta a los 164.000 funcionarios de la Comunidad ... pidiéndoles ideas para ver de dónde se puede ahorrar dinero público." Desde entonces he dedicado algunos ratos a discurrir qué más podemos sugerir a nuestros gobernantes para reducir gastos cumpliendo las reglas que me impongo: no proponer cosas que supongan pérdidas directas de empleo o que deterioren la calidad de los servicios públicos.
En estas cosas cavilaba, tomando una copa en una terraza de mi querido barrio de Chamberí, cuando la inspiración llegó en forma de una conversación entre dos rotundas amas de casa, que estaban soplándose sendos gin tonics en la mesa de al lado. Oí cómo una le decía a la otra: "... ¡Chica! con esto de la crisis me ha dado por mirar más los precios de lo que compro y ... ¡no veas el dinero que me ahorro!" La frase no es que sea como para legarla a la posteridad, pero me hizo pensar en la cantidad de cosas que compra el sector público y en los procedimientos que utiliza para ello, que conozco y sufro en mi calidad de probo funcionario. En ese momento decidí dedicar el post de hoy a discurrir cómo afinar estos sistemas de compra y pago para ahorrar algo de dinero sin provocar derramamientos de sangre, sudor o lágrimas.
En estas cosas cavilaba, tomando una copa en una terraza de mi querido barrio de Chamberí, cuando la inspiración llegó en forma de una conversación entre dos rotundas amas de casa, que estaban soplándose sendos gin tonics en la mesa de al lado. Oí cómo una le decía a la otra: "... ¡Chica! con esto de la crisis me ha dado por mirar más los precios de lo que compro y ... ¡no veas el dinero que me ahorro!" La frase no es que sea como para legarla a la posteridad, pero me hizo pensar en la cantidad de cosas que compra el sector público y en los procedimientos que utiliza para ello, que conozco y sufro en mi calidad de probo funcionario. En ese momento decidí dedicar el post de hoy a discurrir cómo afinar estos sistemas de compra y pago para ahorrar algo de dinero sin provocar derramamientos de sangre, sudor o lágrimas.
jueves, 6 de octubre de 2011
Yo, Android (I): Sistemas y ecosistemas
Los lectores aficionados a la ciencia ficción sabrán que el título de este post es un homenaje a la serie Yo, Robot, que fue en su día una de mis lecturas favoritas y cuya influencia se deja sentir aún, sin duda, en el recalcitrante tecno-optimismo del Arbitrista.
Aparte de homenajear al maestro Asimov, lo que hoy motiva mi deseo de pasar un rato escribiendo para ustedes es la perplejidad que sentí en Noviembre de 2007, cuando Google anunció el lanzamiento de un sistema operativo para teléfonos móviles que iba a llamarse "Android." Recuerdo que pensé: ¿Por qué narices una empresa que vive de las búsquedas WEB querría tener un sistema operativo para teléfonos, de nombre espantoso? y me pregunté: ¿Cómo piensan rentabilizar este disparate? Pues la cosa es que hoy, cuatro años más tarde, creo conocer la respuesta a estas preguntas y de eso va a tratar este post.
Aparte de homenajear al maestro Asimov, lo que hoy motiva mi deseo de pasar un rato escribiendo para ustedes es la perplejidad que sentí en Noviembre de 2007, cuando Google anunció el lanzamiento de un sistema operativo para teléfonos móviles que iba a llamarse "Android." Recuerdo que pensé: ¿Por qué narices una empresa que vive de las búsquedas WEB querría tener un sistema operativo para teléfonos, de nombre espantoso? y me pregunté: ¿Cómo piensan rentabilizar este disparate? Pues la cosa es que hoy, cuatro años más tarde, creo conocer la respuesta a estas preguntas y de eso va a tratar este post.
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