Nuestros eurolíderes se han pasado la noche del 26 al 27 de Octubre decidiendo cómo curar a la Eurozona de sus males, que no son pocos. Aprovecho esta excusa para retomar mi serie de posts acerca de la crisis de la deuda. En el de hoy explicaré las decisiones que se han tomado y haré una valoración personal de las mismas. Para ello voy a recurrir, una vez más, a la simulación de un diálogo con un lector imaginario.
Lector.- “Buenos días, arbitrista.”
Arbitrista.- “Buenos días, lector.”
L.- “¿Te importaría explicarme qué es lo que han decidido nuestros líderes europeos en la cumbre de anoche?”
A.- “Será un placer, querido lector.
En esta cumbre se han decidido tres cosas: reforzar el plan de rescate de Grecia, pactando un recorte del 50% de su deuda pública viva; aumentar la capacidad de actuación del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), desde 440 billones de euros (en este post usaré el billón anglosajón: 1 billón = 1.000 millones) hasta 1.000 billones; y por último aumentar los requerimientos de solvencia de los mayores bancos europeos, que deberán elevar su capital en unos 106 billones de euros, de los que unos 26 billones corresponden a cinco grupos bancarios españoles.”
L.- “Empecemos por el rescate a Grecia: ¿Era imprescindible?”
A.- “Que era imprescindible parece claro: la economía griega está colapsada por unos duros recortes del gasto público y el país, en su conjunto, se encuentra al borde de la anarquía. Hay protestas generalizadas, violencia y desobediencia fiscal. En esta situación quedaban dos opciones: llegar a un acuerdo entre Grecia y sus acreedores o permitir que se produjera un impago desordenado de consecuencias imprevisibles.”
L.- “¿Será suficiente con perdonar el 50% de la deuda?”
A.- “Pues ya me gustaría saberlo. Hace tres meses parecía suficiente una quita del 21% y ha habido que elevarla a más del doble ... Lo que puede decirse es que el paquete de ayudas acordado es importante: a la quita del 50% se le añade un préstamo de 100 billones hasta 2014, una garantía para la deuda griega restante hasta un máximo de 30 billones y, previsiblemente, una aportación de capital a los bancos griegos para impedir su quiebra, ya que son los principales acreedores de su propio Estado. Si todo esto es suficiente, dependerá del ritmo de recuperación de la economía griega en los próximos años.”
L.- “¿Y qué es el FEEF? ¿En qué ha consistido su refuerzo?”
A.- “El FEEF es un fondo, dotado por los países de la Zona Euro, para combatir los efectos de la crisis de la deuda. Puede actuar de varias formas: prestando dinero a países, comprando títulos de deuda o inyectando capital a aquéllas instituciones financieras que se consideran "sistémicas", esto es, cuyo colapso tendría repercusiones globales.”
L.- “Y de nuevo te pregunto: ¿Será suficiente con el refuerzo que se ha decidido?”
A.- “Pues de nuevo tengo que responder que no lo sé porque, además de las incertidumbres que siempre afectan a estas decisiones, éste es el acuerdo menos concreto de los que se adoptaron. Hay muchos detalles, relacionados con la forma de las aportaciones o las funciones del fondo reforzado, que se irán decidiendo y comunicando en los próximos días. En todo caso, no me parece adecuado que un fondo creado en parte para desincentivar la especulación anuncie un límite de financiación fijo: esto reduce su capacidad disuasoria.”
L.- “Pues nos queda el último tema: el aumento de capital de la banca. Me ha llamado la atención que, si el conjunto de la banca europea necesita 100 billones de capital, una cuarta parte de estas necesidades correspondan a nuestros bancos. ¿Tan mal estamos?”
A.- “Esto nos llama la atención a todos. Más aún cuando el 82% de los famosos 26 billones corresponde a dos entidades, Banco de Santander y BBVA, que obtuvieron excelentes resultados en las pruebas de esfuerzo de Julio pasado, cuentan con una actividad muy diversificada por zonas geográficas y tienen una probada capacidad para generar resultados. Personalmente creo que este resultado es absurdo y que anunciarlo precipitadamente, sin explicaciones detalladas de los supuestos y limitaciones del cálculo, es un ejercicio de irresponsabilidad.”
L.- “¿Y qué está mal hecho en estos cálculos?”
A.- “Creo que el único cálculo mal hecho es el que tiene sumas o multiplicaciones erróneas. Otra cosa es que el mundo está lleno de cálculos absurdos, basados en hipótesis irreales o sesgadas y presentados de forma confusa.
En este caso, el requerimiento de capital consiste en que un determinado cociente - o "ratio" que quede más fino - valga más del 9% En el numerador de este ratio están los recursos propios de la entidad y en el denominador están sus inversiones ponderadas por el riesgo, también conocidas como "Activos ponderados por Riesgo" o APR. De esta forma, una inversión muy arriesgada infla el denominador y, por tanto, "se come" una gran cantidad de capital, mientras que otra poco arriesgada apenas pesa en el denominador y no reduce el ratio.
A partir de estas ideas, creo que los cálculos que se han hecho sesgan a la baja el capital de nuestros mayores bancos e infla artificiosamente sus APR, de manera que al ratio de recursos propios sobre APR le han pegado sin contemplaciones un martillazo del que resultan los 26 billones del ala.”
L.- “¿Sería yo capaz de entender en qué consisten estos sesgos?”
A.- “Cualquiera es capaz: la banca no es física nuclear, aunque algunos personajes policonfusos consiguen que lo parezca.
Pensemos por ejemplo en el cálculo de los recursos propios. Hace años el Banco de España obligó a las entidades españolas a dotar unas "provisiones anticíclicas". La idea era sencilla: en aquél momento el negocio bancario iba viento en popa y el regulador, aplicando un criterio de prudencia, obligó a guardar una parte de los beneficios - estas "provisiones" - por si surgía una situación desfavorable. Pues bien, esta situación ha surgido y la Autoridad Bancaria Europea (EBA) no permite incluir estas reservas en los recursos propios, con el peregrino argumento de que "... los bancos de otros países no las tienen y, por tanto, los ratios resultantes no serían comparables." El mismo argumento se aplica a otras provisiones más complejas, que se llaman "provisiones subestándar."
Con el cálculo de APR pasa lo mismo. Puedo decirle que, usando datos del stress test de julio, hay países para los cuales, en el escenario "normal", se ha considerado que la cifra de APR es el 90% de los activos totales de su sistema bancario, mientras que para otros los APR son el 30% Los primeros países obviamente están más perjudicados, ya que se considera que sus inversiones son tres veces más arriesgadas que los del segundo grupo quienes, por su parte, parecen haber encontrado la piedra filosofal para que el 70% de su inversión no tenga riesgo. En el caso español estamos entre un punto y otro, ya que nuestros APR era del orden del 60% del activo total”
L.- “Entonces ... la recapitalización obligada es mala para la banca?”
A.- “Es como si usted tiene gripe y le obligan a tomar antibióticos: no se curará ni antes ni después, pero sufrirá los efectos secundarios de una medicación incorrecta.
En nuestro caso, el efecto secundario de un sobreesfuerzo en capitalización es que restringirá la concesión de préstamos, que es algo necesario para salir de la recesión económica en que nos encontramos.
Por otra parte, la "gripe" que sí sufrimos es un exceso de activos inmobiliarios improductivos en el balance de los bancos, procedentes de préstamos hipotecarios impagados. Se trata de un problema serio, pero abordable. Por ejemplo, en este artículo periodístico un antiguo colaborador y actual amigo propone una forma bastante realista de aligerar a la banca española del exceso de ladrillo.”
L.- “Pues me deja preocupado.”
A.- “No es para tanto. Es cierto que estamos en una crisis importante pero, piense que los activos que la han producido - títulos de deuda pública - son mucho menos "tóxicos" y opacos que los bonos hipotecarios que estuvieron a punto de provocar un apocalipsis en 2008. Al fin y al cabo se trata de compromisos de pago de países con cuentas públicas y gobiernos democráticos, vinculados entre sí por acuerdos internacionales. Estas son las buenas noticias. Las malas son que la respuesta a esta crisis no está en manos de un gobierno, sino de 17 países de la Eurozona, junto con otros 10 que forman parte de la Unión Europea aunque han conservado sus propias monedas. Lógicamente los procesos de decisión y los mecanismos de respuesta son menos eficientes.
Y así estamos, en una zona gris. Ayer se tomaron decisiones. Esto es bueno. Algunas decisiones no son las que más nos convienen. Esto es malo. Los mercados las han acogido con entusiasmo. Esto es bueno ...
Al final del día, todo se reduce a que: "A lo único que hay que tener miedo es al propio miedo." Esta frase la dijo Franklin Delano Roosevelt, un Presidente de EE.UU. que supo liderar a su país en una situación de crisis económica extrema. Ojalá encontremos, en este momento oscuro, los líderes que necesitamos.”
L.- “Ojalá sea así. Seguiremos hablando otro día, si tiene tiempo.”
A.- “Mande usted que para esto estamos, amigo lector."
PD.- No puedo terminar este post sin reconocer que muchas de las ideas que he explicado me las dio mi amigo José, un excelente y honesto profesional de Banca.
Hola Arbitrista,
ResponderEliminarCoincido con lo que dices en el post, pero me parece que eres muy complaciente con la Banca. No dices nada sobre los últimos escándalos de indemnizaciones, pensiones y salarios.
Un saludo
Estimado Anónimo,
ResponderEliminarEn este post he intentado centrarme en los temas relacionados con la cumbre de la UE, sin entrar en otras cuestiones. Aún así, creo que ha quedado un poco largo.
El tema que apunta en su comentario (indemnizaciones, pensiones y salarios) me parece una de esas cuestiones que, pese a su escasa relevancia en términos macroeconómicos, son síntomas de un sistema enfermo y, si no se cortan por lo sano, contagian a la sociedad las enfermedades del oportunismo y la deshonestidad como forma de vida tolerada y deseable. Y una sociedad enferma sí que es relevante en cualquier métrica.
Mi "arbitrio" particular para resolver estos casos sería una regulación específica del cobro de prestaciones por parte de administradores. Quiero decir que convendría que el cobro de bonus, indemnizaciones o pensiones por parte de los administradores de determinadas sociedades (bancos, grandes empresas, etc.) debería estar sujeto a una autorización previa por parte de un órgano, judicial o sectorial, ajeno a la empresa.
Mi argumento es que un administrador, por el hecho de serlo, tiene la capacidad de modificar sus condiciones contractuales, como así ha ocurrido en los últimos y lamentables casos, con la tolerancia de un Consejo de Administración somnoliento e inoperante.
Aplicado a casos como los que hemos conocido estos días, este sistema hubiera facultado a una institución (Banco de España, por ejemplo) a impedir el cobro de estas prestaciones.
Espero que esta respuesta le tranquilice acerca de mi nula tolerancia a este tipo de comportamientos.
Cordialmente