Parece que la crisis fiscal europea, a la que tanto espacio hemos dedicado en los últimos posts, nos está dando unos días de respiro. Voy a aprovecharlos para rescatar uno de los temas tradicionales del Blog del Arbitrista - la investigación científica - y lo hago inspirado en parte por la polémica que ha suscitado la asignación de las correspondientes competencias al Ministerio de Economía y Competitividad.
Mirando atrás, uno se da cuenta de que la política científica parece tener vida propia: cada vez que cambia el Gobierno se mueve y debe coexistir con nuevas funciones de acompañamiento. Muchas veces ha estado en el Ministerio de Educación. En otras ocasiones ha estado acompañada por las competencias de Universidades. Alguna vez la Ciencia ha estado solita. Esta legislatura la comienza en el Ministerio de Economía y Competitividad. Vaya usted a saber dónde terminará.
No sé a ustedes. A mí este mambo organizativo me sugiere que la Ciencia es lo que dice el título de este post: un jarrón chino muy decorativo, que quizá aporta status y prestigio pero que, en el día a día, resulta un mueble frágil y molesto, razón por la que es difícil encontrarle acomodo.
Por otra parte el jarrón no sólo cambia de sitio: además de moverlo lo repintan. Cada cambio de adscripción y de gestores suele verse acompañado por modificaciones en el organigrama, por una redistribución de funciones y una remodelación de departamentos, que cambian de designación y hasta de edificio. Rematados estos cambios, se adoptan nuevas decisiones de política científica: algunos programas se extinguen, otros se recortan, se lanzan nuevos proyectos y se desarrollan mecanismos de coordinación más refinados. La nueva y mejorada estructura organizativa y presupuestaria durará hasta el siguiente cambio de Gobierno y así va pasando la vida…
Si les digo la verdad, para los investigadores de a pie las cosas funcionan a otro ritmo. Si mañana se me ocurre una nueva idea - ¡ojala! - tardaré unos tres o cuatro meses en discutirla con mis coautores y escribir el correspondiente paper. Lo mandaré a una revista a la vez que empiezo a pasearlo por seminarios y congresos. Pasarán entre seis y doce meses (en mi campo las cosas son así de lentas) antes de que la revista responda, típicamente rechazando el papel o invitando a enviarlo de nuevo, una vez revisado de acuerdo con las sugerencias de los evaluadores. En este segundo caso, pasaremos dos o tres meses reescribiendo el artículo, volveremos a mandarlo y la respuesta nos llegará nuevamente entre seis y doce meses más tarde… Cuando llegue el feliz momento de la aceptación, iniciaremos la revisión de pruebas de imprenta, imprescindible para a su publicación posterior como preprint en la WEB de la revista. Dependiendo del número de preprints pendientes, el artículo se publicará en formato definitivo entre uno y tres años más tarde. Como quizá recuerden, hace algunos meses propuse un mecanismo más ágil para publicar en Ciencia pero, hoy por hoy, las cosas son así.
Seguramente cuando el artículo sea publicado de forma definitiva ni el organigrama ni el “personigrama” del Ministerio tendrán nada que ver con el que había cuando empecé a redactarlo y, si quieren que les diga la verdad, dudo que todos estos cambios en la localización o la pintura del jarrón me hayan cambiado la vida a mejor o a peor de forma significativa.
Creo firmemente que la investigación necesita más estabilidad y, para ello, la recientemente aprobada Ley de Ciencia contiene una novedad interesante: la creación de una Agencia Estatal de Investigación. Esta Agencia proporcionaría cierta estabilidad a las estructuras administrativas y - ¡ojalá! - a las políticas científicas. Podría adscribirse a uno u otro Ministerio sin que ello rompiese la continuidad de las decisiones. Más aún, sería conveniente que su dirección se renovase cada seis años, para desvincular los necesarios relevos del ciclo electoral.
Una vez estabilizada la administración de la Ciencia, cabe plantearse cambiar de verdad las cosas. ¿A qué tipo de medidas me refiero? Pues voy a sugerir dos. La primera, revisar el sistema de evaluación e incentivos a los investigadores. La segunda, adoptar una nueva metodología para distribuir las ayudas a la investigación.
Pero eso lo haremos en los siguientes posts. Estamos de vacaciones y no me parece oportuno torturarles con entradas largas y densas. Por ello, tras desearles una feliz salida y entrada de año, me despido de ustedes... ¡Hasta pronto!
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