domingo, 6 de marzo de 2011

Más allá del Ciberprofe: les presento al Teleprofe (segunda parte)

En el primer post acerca del concepto de Teleprofe, les explicaba la seguramente absurda idea de que las lecciones magistrales  - las clásicas de tiza y pizarra - pueden ser sustituidas por vídeos, distribuidos mediante descarga o streaming. Las ventajas de este planteamiento son claras: el alumno puede repetir la explicación tantas veces como le convenga y las mejores clases de los mejores especialistas pueden distribuirse por todo el mundo, de forma fácil y barata, opcionalmente dobladas o subtituladas, para que amarguen la vida de los alumnos en varios continentes.

Este tipo de tele-lección magistral encaja de distintas formas en diferentes ofertas educativas. Hoy discutiremos estos "encajes".

Para empezar, tampoco hay que empeñarse tanto en no estar en la misma habitación que el profe: no somos tan malos. Me pregunto: ¿sería útil una filmoteca de lecciones en vídeo para una docencia fundamentalmente presencial? Y me respondo: Si. Sería muy útil.

Me explico. Pensemos por ejemplo en el caso español. En los nuevos planes de estudios universitarios los estudiantes deben obtener 60 ECTS por curso, que equivalen a unas 40 horas semanales de actividad, la mitad aproximadamente de tipo presencial  - principalmente, recibir clases magistrales -  y la otra mitad de trabajo personal. ¿No sería más productivo recibir las clases magistrales en las horas de trabajo personal y dedicar las horas presenciales a todo lo demás? Esto es, a las actividades que requieren, o se benefician más, del contacto personal con el profesor. Me refiero a aclarar dudas, realizar trabajo práctico presencial, actividades de simulación, etc.

Se trataría, en resumidas cuentas, de hacer justo lo que estamos haciendo ahora pero exactamente al revés: la lección magistral se recibe sin tener al profesor delante y casi todo lo demás se hace con la ayuda del profesor. Aunque la pizarra me encanta, debo reconocer que no es aquí donde marco diferencias. Seguramente sería mejor para el alumno que en nuestras horas de contacto hiciéramos cosas distintas.

Por otra parte, la tele-enseñanza puede llevarse mucho más lejos. No es una opción que me guste demasiado, pero hay muchas situaciones en donde es la única opción: desde el caso más simple, el del alumno que vive lejos de una Universidad presencial, al de países enteros cuya geografía o clima les impide ofrecer docencia presencial a una parte significativa de la población.

El punto de partida de este tipo de ofertas de enseñanza online son las tecnologías sencillas  - páginas WEB, Blogs, etc. -  que discutía hace unos meses en mi receta para cocinar un Cyberprofe. Uniendo a estos medios simples otros más sofisticados, como lecciones en vídeo y sistemas de teleconferencia, es posible configurar una oferta educativa en la que casi todas las actividades se desarrollan a distancias. Las excepciones principales a este planteamiento radical serían las actividades de evaluación, el trabajo de laboratorio y las prácticas clínicas.

Sea de una forma u otra, en los últimos 30 años se ha producido una explosión tecnológica que apenas se ha integrado en la enseñanza. Como profesor, me siento en la obligación de hacer lo que esté en mi mano para que las siguientes generaciones reciban un legado educativo más rico que el que nosotros heredamos en su día.

Y es que, como dice con claridad inigualable el proverbio chino que he escogido para cerrar este post: Si el alumno no supera al maestro, ni es bueno el alumno, ni es bueno el maestro.

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