El Arbitrista:
Como les anuncié en la entrada previa, hoy vuelve a estar con nosotros Elías Ramos, con una provocativa reflexión sobre el valor de la experiencia y el nomadismo intelectual, construida a partir de la figura de Alberto Magno.
Hipócrates inició sus Aforismos con la famosa frase Ars longa, vita brevis, esto es: “El arte y la ciencia son duraderos, pero la vida es breve”. Como hoy vamos de clásicos, haremos caso a Hipócrates y cederé rápidamente la palabra a Elías.
Elías Ramos:
Leyendo las entradas que el profesor Jerez nos ha brindado con sus reflexiones sobre la Universidad, cuestión crucial para nuestro futuro, me asaltó una de esas asociaciones oníricas en las que se mezclan personajes aparentemente no relacionados. Estaba pensando en el sistema operativo Android, al que Miguel dedicó algún post el año pasado, y apareció en la “pantalla” que es el cerebro un personaje sorprendente: Alberto Magno.
Mi familiaridad con este santo y erudito no tiene nada de extraño, pues de pequeño estuve en un tris de estudiar en el colegio que lleva su nombre. Aquel episodio me puso en la pista de San Alberto – fue tardíamente canonizado por el Papa Pío XII – y ello me permitió descubrir una de esas figuras deslumbrantes que abrieron las puertas del Renacimiento, hace ahora 800 años.
Estudioso en las Universidades de Padua y París y docente en otras cuantas de la Alemania de aquella época, fue el primero en utilizar el término androide y en poner en duda esa tierra plana que terminaba en Finis-Terrae, nuestro Finisterre gallego, más apto para disfrutar de la gastronomía de Tira do Cordel que para vislumbrar el confín del planeta.
Bruce Chatwin, el periodista filósofo británico, decía que el mejor modo de pensar era andando y de ese nomadismo creador se debió beneficiar el venerado Alberto que, después de estudiar en las dos ciudades citadas recorrió algunas alemanas – nació en lo que hoy es, mas o menos, la frontera entre Baviera y Baden Württemberg – como Ratisbona, Würsburgo o Colonia, donde murió.
Longevo para la época, escribió una voluminosa obra. Según el Instituto Albertino de Bonn se tardará unos ciento cincuenta años en publicar un análisis detallado de sus obras. ¡Ya es pensar! No espero que de la necesaria reforma de la Universidad española salgan muchos Albertos, pero lo que es seguro es que si seguimos así no saldrá ninguno que se le parezca, aunque algún voluntarioso recorra las 75 universidades que hay en España, según nos dice el profesor Jerez.
Lo que sí que digo es que la reforma deberá fomentar el nomadismo del profesorado – incluido el intelectual – como fórmula para pensar. Parece inútil una Universidad que da la espalda a la experiencia. Por ejemplo, conozco a varios personajes de la España actual que deberían ser invitados para contar sus experiencias a los alumnos. Personajes como Carlos Espinosa de los Monteros, un notable ejecutivo que, tras acumular una no menos notable carrera en el mundo empresarial, ha tenido la feliz idea de contarla en un libro de reciente publicación. Echo en falta en nuestra Universidad esa viveza y agilidad para provocar en los estudiantes el gusto por abrir interrogantes.
Un amigo con aficiones relacionadas con el mundo de la astrología lamenta que esté todo descubierto: no es verdad. No pongamos más finisterrae. No las puso Steve Jobs, por poner un ejemplo que tiene mucho que ver con esto de los sistemas operativos y la curiosidad Albertina.
Es lo grande del pensamiento: que no tiene límites. Alimentemos pues el sueño del conocimiento o, dicho de otra manera, alimentamos el sueño de reformas que propone el Blog del Arbitrista. Caminemos, como decía Chatwin.
El Arbitrista:
Caminar, pensar, soñar… no parece mala la receta que hoy nos propone Elías.
Voy a dar un paseo para pensar y soñar lo que les contaré en unos días… ¿Me acompañan?
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