En el fin de semana del 9 al 11 de diciembre tendrá lugar una cumbre histórica para la UE. Las decisiones que se tomen determinarán si el proyecto europeo continúa y o fracasa de forma prematura.
Para preparar este encuentro en las últimas semanas se ha desplegado un juego político de sombras y espejos - a veces aterrador - concebido para que políticos y electores asuman medidas que hace tan sólo unos meses hubieran resultado impensables. Tras ese proceso ya se vislumbran los acuerdos que pueden adoptarse en la cumbre y su posible desarrollo en los años venideros. A resumir lo uno y discutir lo otro vamos a dedicar este post.
Los acuerdos que se adoptarán en los próximos días deben definir necesariamente dos sistemas: el de coordinación fiscal entre los países de la eurozona y el de protección a corto plazo para los países con problemas de financiación.
Coordinación fiscal
La base del futuro pacto es, sin duda, el importante consenso alcanzado sobre la imposibilidad de mantener una unidad monetaria sin un cierto grado de coordinación fiscal.
Imagínese usted una empresa en la que el departamento financiero maneja las cuentas bancarias y las inversiones mientras que los otros 17 departamentos facturan, gastan y se endeudan sin coordinación alguna, ni entre sí ni con el departamento financiero. Pues este es a día de hoy el panorama de la Eurozona. Los acuerdos del próximo fin de semana supondrán una minirreforma de los
tratados europeos para cambiarlo de distintas formas.
Para empezar, los 17 países de la zona acordarán previsiblemente una "regla de oro" sobre equilibrio presupuestario, que deberá ser recogida en la legislación de los países y supondrá en muchos casos una reforma constitucional. En España estamos bastante adelantados en este aspecto, ya que en agosto de 2011 los principales partidos políticos pactaron esta reforma.
La segunda medida importante es la creación de una autoridad fiscal europea, con poderes sustanciales para intervenir en los presupuestos de los estados miembros y sancionar a los infractores de los límites de déficit y deuda, con la
posibilidad explícita de privarles del derecho de voto y retirarles los fondos
comunitarios. Entre las facultades de esta autoridad destaca la de ejercer un control sobre las cuentas públicas de los 17 Estados miembros de la Eurozona, antes incluso de que pasen por las respectivas cámaras de representación.
Una tercera medida que parece posible, aunque no probable, es que se acuerde una protocolo para que un país salga del euro, algo que ahora mismo no es ni legalmente posible.
Siendo importante todo lo anterior, lo complicado puede ser decidir qué debe hacerse para evitar el colapso financiero de la eurozona en los próximos meses: ahí es donde se está la batalla y de eso es de lo que vamos a hablar a continuación.
Mecanismos de protección a corto plazo.
Las medidas de coordinación fiscal evidentemente suponen ceder cuotas sustanciales de soberanía, que deben verse compensadas por un sistema de apoyo frente a las perturbaciones financieras que estamos viviendo en estos días. Fundamentalmente, se han considerado tres posibles sistemas: que el Fondo Europeo de Estabilidad (FEEF) garantice parte de la deuda pública en euros, emitir bonos de garantía recíproca (los famosos "eurobonos") o la intervención del BCE.
Las dos primeras opciones están descartadas, al menos a corto plazo. Parece que lo que se está considerando, sin decirlo con claridad, es que el BCE intervenga de dos formas. Actuando directamente en los mercados de deuda, para estabilizar las primas de riesgo-país e indirectamente, financiando a los países de la Eurozona a través de una institución interpuesta, que seguramente será el FMI. La razón para usar una institución interpuesta es de naturaleza legal: el BCE tiene estrictamente prohibido prestar dinero directamente a estados soberanos. Incumplir esta prohibición tan clara permitiría a cualquiera abrir un proceso judicial en los tribunales europeos de consecuencias potencialmente desastrosas.
Este planteamiento dejaría un tanto descolgado al FEEF. Puesto que la crisis de la deuda soberana también afecta de forma muy importante a los Bancos, es posible que en el nuevo sistema se especialice a este Fondo en la prestación de ayudas directas a instituciones financieras.
Consenso y formalización
Estos posibles acuerdos suponen una modificación sustancial de los tratados vigentes y su previsible aprobación puede alcanzarse con mayorías distintas que, a su vez, crearán expectativas diferentes acerca de la solidez del sistema.
En primer lugar es posible alcanzar un acuerdo unánime entre los 27 países de la UE para probar y adherirse al nuevo sistema. Posible es, pero no probable: no parece razonable que los 10 países que están fuera de la Unión Monetaria asuman este grado de coordinación fiscal, que supone ceder cuotas sustanciales de soberanía.
Es más probable que la coordinación se limite en la práctica a los 17 países de la eurozona y que los 10 restantes hagan algún tipo de gesto de apoyo, como apoyar los acuerdos sin integrarse en el sistema resultante. Seguramente este es el resultado que esperan obtener los patrocinadores del plan y que están descontando los inversores.
La tercera opción sería que algún país de la eurozona se descuelgue del acuerdo. Probablemente este sea un escenario desastroso, de consecuencias imprevisibles.
Por último, hay tres maneras de formalizar los acuerdos: reformar los tratados constitutivos de la UE, llegar a acuerdos bilaterales (que cada país suscribe con los demás firmantes) o realizar una reforma simplificada, modificando el protocolo 12 del actual tratado de Lisboa, lo cual requeriría un acuerdo unánime de los 27 países. La primera opción está prácticamente descartada, ya que requiere un proceso de ratificación por parte de cada país que podría durar años.
El arbitrista predice el futuro (seguramente muy mal)
Suponiendo que la unión monetaria basada en el euro sobrevive, que aún está por ver, los acuerdos de esta cumbre suponen iniciar un largo proceso de integración económica con algunos hitos importantes.
Una vez estabilizada la situación financiera, quizá veamos una iniciativa de inversión a gran escala en infraestructuras de transporte y comunicaciones, diseñada para estimular la actividad económica y aumentar la eficiencia económica de la UE.
Asimismo, esperaría ver pasos sucesivos hacia una auténtica unión fiscal según un modelo de federalismo relajado. Esa "unión federal del euro" requeriría adoptar iniciativas adicionales de armonización fiscal, sobre todo en los impuestos que más afectan a la eficiencia económica: IVA e Impuesto de Sociedades.
Los eurobonos, que a corto plazo no parecen posibles, son imprescindibles a largo plazo. Es absurda una unión fiscal sin instrumentos comunes de financiación: sería como una unión monetaria con monedas distintas. Asimismo si miramos estos bonos con los ojos de un inversor a largo plazo, resulta más atractivo adquirir renta fija con garantía solidaria de toda la eurozona y negociada en un mercado muy líquido y profundo, que adquirir la deuda de 17 países distintos, cada uno con su propia garantía.
Si llegamos a esa Europa federal, con una moneda única y un alto grado de integración fiscal, la movilidad laboral será un elemento imprescindible para absorber los ciclos económicos regionales. Esta es la experiencia, por ejemplo, en Estados Unidos, en donde el declive económico en un Estado da lugar a un flujo migratorio sustancial hacia otros en donde las condiciones son más favorables. Naturalmente esta compensación migratoria es más fácil cuando se dispone de una lengua común. No sería extraño, por tanto, que nuestros hijos o nietos necesiten añadir a su lengua materna un segundo idioma paneuropeo.
Pues estas son las elucubraciones que quería compartir hoy con ustedes. En unos días conoceremos los acuerdos de esta cumbre. En unos meses sabremos si tienen o no alguna eficacia. Espero que en pocos años recordemos como cosa pasada este período de inquietud y restricciones al que parece que estamos abocados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario