miércoles, 16 de noviembre de 2011

Eurobricolaje (I): Crisis financieras y transparencia bancaria

Algunos lectores con los que mantengo una relación en el mundo real me dicen cariñosamente que las entradas de la serie de FAQs sobre la crisis de la deuda son demasiado descriptivas y que no cumplo con la misión de un Arbitrista: "Inventar planes disparatados para ... remediar males políticos."

Ya me gustaría poder ofrecerles un plan para capear la eurotormenta perfecta en la que nos encontramos, pero esta misión excede ampliamente mis capacidades. Sin embargo, a medida que pienso sobre este tema se me van ocurriendo cosillas que, sin ser una solución, deberían formar parte de ella. Por ello inicio hoy una serie sobre "consejos de Eurobricolaje", esto es, arreglillos que podrían tapar alguna gotera de nuestra tambaleante Unión Europea.

Con tan noble fin, hoy les hablaré sobre transparencia bancaria. La idea fundamental es que aumentar la información pública sobre las inversiones de los bancos comerciales limitaría los efectos negativos de las crisis financieras, como nos enseñó la reciente crisis de los bonos hipotecarios subprime y nos está enseñando la actual crisis de la deuda soberana europea.

Empecemos hablando de bonos subprime.

En la Banca tradicional, el público solicita préstamos a las entidades y éstas los conceden hasta agotar el margen de maniobra que les dan los depósitos de los ahorradores. En esas estábamos cuando a alguien se le ocurrió que un Banco podía formar paquetes de préstamos de una calidad crediticia similar y emitir títulos respaldados por estas hipotecas. De esta forma si el 100% de las hipotecas que respaldan un bono se paga, el bonista cobra una cantidad determinada, mientras que si algunos pagos fallan, el bonista cobra una cantidad proporcionalmente menor. Con el dinero que se recauda vendiendo estos bonos se conceden nuevas hipotecas, se emiten más bonos y así sucesivamente.

Esta operativa  - que se conoce como titulización -  alimentó la burbuja inmobiliaria americana de los años 80 y 90 agravando su inevitable reventón y produciendo la crisis de las cajas de ahorros americanas, unas instituciones financieras tradicionalmente conservadoras que se empapelaron hasta arriba de estos bonos. Esta historia se cuenta de forma clara, cruel y divertida en un libro titulado el Póker del Mentiroso.

Años más tarde, el mercado inmobiliario norteamericano volvió a despegar y la maquinilla de emitir bonos hipotecarios se aceleró nuevamente. Como los tipos de interés eran muy bajos  - ésta fue una de las causas de la burbuja -  resultaba atractivo titulizar las hipotecas concedidas a intereses más altos las cuales, lógicamente, eran las que tenían un mayor riesgo de insolvencia. Algún genio del lenguaje inventó el atractivo término subprime  - puede traducirse como "por debajo de lo mejor" o "subóptimo" -  para describir estos préstamos. Cuando subieron los tipos de interés el precio de las propiedades cayó bruscamente, los impagos de hipotecas despegaron y, consecuentemente, los bonos soportados por las mismas resultaban cada vez menos rentables y este mercado entró en crisis.

El problema financiero de estos bonos era intrínsecamente grave por las características del producto. En primer lugar, el propietario de un título no tenía ninguna información sobre la calidad y las circunstancias de las hipotecas que soportaban su bono. Por otro lado muchos de estos bonos eran el resultado final de un complejo proceso de ingeniería financiera que a su desdoblamiento en múltiples variantes de bonos derivados y su o no vinculación a seguros de impago (Credit Default Swaps o CDS). Pónganse en el lugar de los propietarios de esta "deuda tóxica": tienes en tus manos un bono de tercera o cuarta generación, sustentado en hipotecas que alguien concedió en otro continente y con un rating crediticio que, por lo que se ve en el mercado, no aporta información sobre su calidad. Pregunta: ¿cuánto vale el bono? Respuesta: vaya usted a saber.

Por tanto, los mercados tomaron bruscamente conciencia de que una parte sustancial de las carteras de inversiones de bancos y gestoras de fondos estaba formada por unos activos imposibles de valorar objetivamente. El resultado final fue una sequía de crédito. Los bancos no se prestaban dinero entre sí porque desconfiaban de su solvencia. Asimismo no prestaban dinero a los particulares porque la sequía del mercado interbancario les hacía temían quedar cortos de liquidez. En definitiva: una crisis de confianza en un mercado muy concreto  - el de bonos sustentados en hipotecas norteamericanas de baja calidad -  se contagia a través del sistema bancario a otros mercados, países y continentes dando lugar finalmente a una recesión.

Y todo esto me lleva a la actual crisis de la deuda pública europea que, siendo muy distinta en sus fundamentos, guarda también muchos paralelismos con la anterior.

Nuevamente tenemos un activo financiero cuestionado por los mercados: la deuda pública de numerosos países europeos. A diferencia de los bonos subprime, en este caso disponemos de mucha información acerca de la solvencia de los emisores de estos títulos y se cuenta con garantías adicionales de la Unión Europea. Siendo más leve el problema financiero, su gravedad surge del frente político: la crisis de los bonos subprime fue afrontada por un gobierno que actuó con contundencia, mientras que esta crisis ha estado gestionada por los diecisiete gobiernos de la eurozona más los diez de la UE que aún mantienen su moneda, cada uno de ellos con sus propios intereses políticos y dificultades económicas. Quizá por este motivo llevamos dos años viendo cómo un problema inicialmente leve se propaga sin control.

Igual que en la crisis previa, la pérdida de confianza en unos activos ha producido una sequía del crédito interbancario y, como consecuencia, de los préstamos a particulares y empresas. Como la raíz del problema está en que cada banco desconfía de la solvencia de los demás, me pregunto si la solución no consistiría en que las entidades financieras publicaran de forma abierta, periódica y detallada sus inversiones a largo plazo y las posiciones en productos derivados vinculados a las mismas. Expliquemos los detalles de este arbitrio.

Los bancos comerciales captan fondos de distintas fuentes y los invierten principalmente en préstamos, bonos y acciones. La mayoría de las inversiones en bonos se realiza con criterios de estabilidad, esto es, la posición no cambia de forma apreciable en períodos cortos. A esta cartera "estratégica" (también conocida como HTM o hold to maturity) se añade otra "de negociación" (AFS o available for sell), formada generalmente por bonos y acciones que se compran y venden en plazos cortos para generar plusvalías. A todas estas inversiones, sean estratégicas o de negociación, se añaden una serie de posiciones en productos derivados, en unos casos destinadas para mitigar los riesgos de las  inversiones, mientras que en otras el derivado se adquiere naked (sin vinculación con posiciones en el producto subyacente) con fines de negociación.

Pues bien, la idea detallada consiste en que la Autoridad Bancaria Europea (EBA) establezca la obligatoriedad de que los principales bancos: (a) clasifiquen sus inversiones en estas dos categorías, estratégicas y de negociación, (b) publiquen con regularidad en la WEB de la EBA la composición de su cartera estratégica, así como las posiciones en derivados vinculadas a la misma, y (c) publiquen información agregada sobre su cartera de negociación, sus posiciones en derivados naked y sus pérdidas estimadas bajo supuestos estándar. El tratamiento diferenciado de la cartera de negociación se debe a que su volumen suele ser relativamente reducido y confidencial: ningún inversor revela su estrategia especulativa.

Disponer de esta información con periodicidad suficiente permitiría a los bancos estimar con precisión sus exposiciones mutuas a los riesgos más preocupantes en cada momento, evitaría colapsos en la operativa interbancaria debidos a la desconfianza y, en última instancia, mitigaría los riesgos de entrada en recesión debido a crisis financieras. Al fin y al cabo, para pedir un préstamo a un banco tenemos que revelarle vida y milagros ¿no? Pues no veo por qué no pueden hacer lo mismo entre sí.

Pues esto es lo que quería contarles hoy. Aquí me despido, no sin antes desearle suerte y optimismo: vienen tiempos duros y necesitaremos ambas cosas, además de considerables raciones de eurobricolaje, para superarlos.

2 comentarios:

  1. ¿Eurobricolaje?

    coja una goma de borrar, cojase un mapa de la UE, borre 17 jefes de estado o pongales encima a un 18º que tenga CAPACIDAD de ACTUAR NO SOLO EN LA POLITICA MONETARIA sino también en la FISCAL...y seguramente europa mejore.

    ¿que no podemos porque no todos los paises estan igual de avanzados?
    hagamos de alguna forma que los países europeos retrasados se igualen a los demás.
    miremos con 2 ojos, y veremos más que con 34.

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  2. Estimado Julián,
    El que usted apunta es el Eurobricolaje al que creo que vamos.
    Si no me equivoco, se está jugando a que los distintos Estados acepten algún grado de federalismo fiscal a cambio de resguardar su deuda tras una protección verdaderamente efectiva. En Diciembre está previsto que los señores Barroso y Van Rompuy presenten su propuesta de coordinación fiscal. Acerca del sistema de protección, no me parece suficiente el FEEF. En un próximo post espero discutir diversos sistemas de protección.
    Cordialmente,

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