domingo, 22 de julio de 2012

FAQs sobre la crisis de la deuda (XIV): Las cajas de Pandora

Quienes me conocen en el mundo real saben que en los años 90 trabajé en Caja Madrid, una de las entidades integradas actualmente en Bankia. Como pueden imaginarse, mi pasado cajamadrileño y mi presente arbitrista me convierten en receptor habitual de preguntas sobre bancos, reformas bancarias y demás especies de actualidad. Tres consultas son las más frecuentes: “¿Qué va a pasar con el euro?” “¿Cómo puedo proteger mis ahorros, con la que está cayendo?” y “¿Qué tienen de especial las cajas de ahorros, que casi todas han petado?” Las mejores respuestas que puedo ofrecer a estas preguntas son: “Ojalá lo supiera” “Vaya usted a saber” y “Siga leyendo, que de esto precisamente va este post

Desde los orígenes a la época dorada

El antecedente remoto de las cajas de ahorros son los montes de piedad, instituciones nacidas en la Italia del siglo XV, para proporcionar crédito a personas modestas cobrando un interés moderado. El éxito de estas entidades dio lugar a su imitación en otros países. Así, el primer Monte de Piedad español se fundó en 1702.

En el siglo XIX la monarquía española impulsó la creación de cajas de ahorros vinculadas, siempre que era posible, a los montes de piedad. En un contexto de crisis económica y financiera, las cajas de ahorros debían servir de refugio a los ahorros de la gente de menores recursos, amenazados por la escasez e inseguridad de las instituciones bancarias. Así, las cajas se concebían como instituciones benéficas, creadas y administradas bajo la protección del Estado. Su objetivo fundamental de captar ahorros, aunque podían prestar dinero a personas de reconocida solvencia, generalmente vecinas de la localidad en donde residía la Caja.

El éxito de estas instituciones fue tan grande que el sector público no tardó en orientar su política inversora, centrándola principalmente en la financiación de viviendas baratas y la adquisición de títulos de deuda pública.

Por su parte, los bancos españoles actuaban según un modelo de banca mixta, esto es, captaban ahorros privados y los invertían mayoritariamente en su propio grupo industrial. La concentración de riesgos resultante dio lugar a una gravísima crisis bancaria, que estalló en 1975   – Banco de Navarra –  y se prolongó hasta 1993, fecha en que se intervino Banesto.

Las cajas de ahorros salieron indemnes de esta crisis, gracias a su escasa autonomía para invertir y su excelente conocimiento de la clientela local. El contraste entre las entidades bancarias arruinadas y las extremadamente solventes cajas de ahorros solventes posiblemente impulsó la liberalización de estas entidades a partir de 1977, con una reforma legal que las equiparó operativamente a los bancos.

Impulsadas por la debilidad de la banca y por esta liberalización operativa, las cajas crecieron hasta llegar a ser el 50% del sistema financiero español. Asimismo, cada Caja era a menudo la entidad dominante en su Comunidad Autónoma de origen, aunque pocas veces era la primera entidad en más de una Comunidad.

La naturaleza jurídica y el modelo de gestión de las cajas de ahorros

Así estaban las cosas cuando yo empecé a trabajar en el mundo de las Cajas. Se consideraba que eran Fundaciones-Empresa de naturaleza privada, esto es, organizaciones empresariales cuyos beneficios se destinaban a financiar una fundación matriz. Su tutela es muy compleja, ya que están sometidas a la legislación nacional y al control del Banco de España, igual que los bancos, pero tienen además una fuerte dependencia de la Comunidad Autónoma a la que están geográficamente adscritas.

El sistema de gobierno de las cajas me resultaba muy llamativo: Su órgano de gobierno fundamental es la Asamblea General, formada por representantes de las Comunidades Autónomas y Ayuntamientos en que opera la caja, de los impositores y también de los empleados. La Asamblea designa el Consejo de Administración y la Comisión de Control, que recoge competencias asimilables a la Comisión de Auditoría en una sociedad cotizada.

Las causas del desastre: derechos de propiedad e incentivos

Así eran las cajas de ahorros en los años 80-90: entidades muy conservadoras y solventes, diferenciadas de los bancos por una configuración jurídica peculiar. Para entender su desastrosa evolución en los últimos años, hay que entender los incentivos que creaba esta especial naturaleza jurídica.

Reduciendo esta idea a una sola frase: las cajas de ahorros tenían mucho dinero, pero carecían de dueños. Siendo así las cosas, no tardaron en aparecer dueños informales por todas partes.

Al hablar de los dueños informales de las cajas me refiero, en primer lugar, a sus responsables políticos. Como hemos visto, la configuración de los órganos de gobierno de las cajas correspondía a comunidades y ayuntamientos. También estaban representadas asociaciones de impositores que, como pueden ustedes imaginarse, generalmente eran promovidas por los partidos. Existía asimismo una cuota de representación de los empleados, administrada por los sindicatos. Esto quiere decir que, mientras durasen sus correspondientes mandatos la responsabilidad máxima de dirección y administración de las cajas correspondía a políticos y sindicalistas que disfrutaban, por tanto, de parte de los derechos de un accionista.

Como están ustedes leyendo en las noticias que se publican estos días, los consejeros de las cajas con mayores problemas de gestión declaran a menudo que carecían de preparación para ejercer sus cargos. Y puedo asegurarles que, con honrosas excepciones, dicen la verdad: no existía ningún filtro de cualificación profesional para los miembros del consejo de administración y de la comisión de control de las cajas de ahorros españolas. Esto quiere decir que, a la hora de adoptar decisiones de la máxima trascendencia, los consejos de administración dependían exclusivamente de las propuestas e informes que aportaban los empleados. Empleados que, por tanto, disfrutaban asimismo de la autonomía de gestión de un propietario, ya que sus propuestas prosperaban en la inmensa mayoría de los casos.

Lo malo de este sistema que la pseudo-propiedad de políticos y empleados es un derecho incompleto, ya que no puede transmitirse. Quiero decir que el dueño de un negocio tiene el máximo interés en administrarlo correctamente y aumentar su valor porque lo puede vender o traspasar a sus herederos. Por tanto, la capacidad de transmitir derechos de propiedad es un elemento esencial del sistema de incentivos capitalista. ¿Pero qué pasa cuando se aproxima el final de su mandato del político o cuando el empleado se ve próximo a su jubilación? Pues pasa que el comportamiento de unos y otros se degrada: se empiezan a tomar decisiones poco profesionales pero completamente coherentes con el próximo vencimiento del pseudo-derecho de propiedad que hasta ese momento han ostentado, sin posibilidades de venta o renovación: Se conceden préstamos que deberían denegarse, para construir apartamentos de playa sin playa. Se aprueban inversiones en aeropuertos fantasma, parques de atracciones sin público o estudios de cine sin películas. También es el momento en que se aprueban blindajes y pensiones inaceptables y, en definitiva, cuando se desborda el límite de lo que es ética y profesionalmente aceptable.

Por ser justo, hay que destacar las excepciones que se salen de esta regla deprimente. Me refiero a entidades como Caixa de Pensions o las cajas de ahorros vascas, que no han sufrido problemas distintos o más graves que los que puedan tener los bancos privados en un contexto poco favorable, como es el actual. Dicho esto las entidades españolas en mayores dificultades, o son cajas, o son bancos propiedad de cajas. Creo que este hecho indiscutible confirma la idea de que hay algo en la peculiaridad de las cajas de ahorros que las ha hecho especialmente frágiles.

Las ideas que acabo de explicarles no son mías sino de mi antiguo jefe en Caja Madrid, Jaime Terceiro, quien las argumentó en diversos artículos y conferencias. Pueden ver, por ejemplo, este texto.

Revisar retrospectivamente estos textos resulta muy interesante, porque prevén y explican con claridad algunos problemas muy graves de las cajas que vemos reflejados, día sí, día no, en las noticias de prensa: necesidades astronómicas de capital, escasa profesionalidad de sus consejeros, dificultades para fusionar y capitalizar las entidades, operaciones financieras injustificables, abusos en salarios y pensiones… Todos los horrores presentes están en estos textos pasados que, en su momento, a menudo se esgrimieron para justificar la destitución de un ejecutivo honesto y riguroso, que dejó a Caja Madrid en la segunda posición del ranking de solvencia de entidades financieras españolas.

Y es que, en este mundo que nos ha tocado vivir, hay pocas cosas tan dañinas para uno mismo como decir las verdades que nadie quiere escuchar o tener la razón a destiempo.

4 comentarios:

  1. Una explicación muy acertada del por qué de la situación de las Cajas de Ahorro, extrapolable si me permites, para explicar el desastre financiero que sufre actualmente cualquier institución integrante del Sector Público (CCAA., Ayuntamientos, Organismos Autónomos, Empresas Públicas, Entes Públicos, etc.). La razón es que ha habido dinero y posibilidades fáciles de obtenerlo y no hay un dueño real, sino pseudo-dueños transitorios cada cuatro años con unos intereses personales muy concretos, que en unos casos, se imaginan como grandes faraones para ser recordados por la magnitud de la obra pública (aunque no sirva para nada) y, en el resto, como grandes mangantes e irresponsables que se han apropiado y dilapidado lo que no es suyo.

    Pero me surge un pregunta o comentario: Las Cajas de Ahorro datan desde muy lejos, ¿la composición de su administración siempre ha sido así o ha cambiado cuando España se organiza por CCAA y se crean los distintos gobiernos autonómicos y todo la numerosa turba de personal que se va a poner al frente de ellas?. Y por otro lado, ¿cuál será la explicación de por qué han funcionado tan mal los mecanismos de control establecidos?.

    Un saludo,

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    1. Hola Mari Carmen,
      Tienes razón al decir que la ausencia de derechos de propiedad también explica algunos despilfarros de dinero público. No obstante, en el sector público hay dos factores compensatorios que no existen en las cajas: unos mecanismos de control y aprobación del gasto específicos (aunque no siempre eficaces) y un proceso electoral periódico que da al "dueño temporal" y a su partido la posibilidad de renovar su mandato y, por tanto, introduce algún incentivo a hacer las cosas aceptablemente.
      En cuanto a tu otra pregunta (sobre los Órganos de Gobierno de las Cajas) te diré que la tutela de las Cajas por parte de las CCAA data de una serie de sentencias del Tribunal Constitucional que resuelven las dudas planteadas sobre este tema. Los antecedentes históricos y los detalles de este proceso pueden consultarse en un libro de Manuel Aragón y Juan Santamaría que se titula "El régimen jurídico de las cajas de ahorros" http://books.google.es/books/about/El_r%C3%A9gimen_jur%C3%ADdico_de_las_Cajas_de_Ah.html?id=zI3gAAAACAAJ&redir_esc=y
      En cuanto a los mecanismos de control, creo que el impacto de la burbuja inmobiliaria sorprendió a los controladores externos del sistema financiero (básicamente, Banco de España y auditores) que no estaban preparados para un choque sistémico de este alcance.
      De todas formas insisto en que todas las entidades, bancos y cajas, han perdido solvencia en este proceso, pero sólo se ha llegado a niveles críticos en el caso de las cajas y de los bancos propiedad de las cajas, por lo que no creo que los fallos de supervisión sean el principal factor que explique el pete de casi todas las cajas.
      Muchas gracias por tu interesante comentario. Cordialmente

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